Karen Castillo Olmos / Fotografía sin retoque
Hiladio Sánchez vive en la oscuridad, como los murciélagos. Como los murciélagos, ve por los oídos.
Pero los murciélagos no saben sacar fotos, Hiladio es fotógrafo, y de los buenos.
Era jugador de futbol, y de los buenos, hace veintipico de años. Jugando para la selección nacional de Cuba, un pelotazo lo tumbó. Parecía muerto. Tiempo después, despertó en el hospital. Estaba vivo. Estaba ciego. Además de ver por los oídos, Hiladio ve por los ojos de su imaginación y su memoria, y ha encontrado la manera de contarnos lo que ve. Cámara en mano, ejerce sus artes de manosanta de la imagen.
Mide la distancia por los pasos, y ajusta el diafragma según el calor del día o la frescura de la tarde. Y cuando todo está listo, apunta y hace puntería guiado por las voces o por los silencios, que nunca están callados.
Hiladio fotografía a sus vecinos, apoyados contra la pared marcada de cicatrices, fotografía las sábanas colgadas del alambre y las jarras y los sartenes colgados de los clavos,
el leve paso de las horas y las gentes, la luz del sol en el patio, y la sombra que la corta de un tajo. No fotografía la luz de la luna, aunque la conoce bien.
Cada noche, esos dedos helados le tocan la cara. Es la luna, que lo llama.
Y el ciego se hace el sordo.
Eduardo Galeano